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6 de septiembre de 2008

DE MALOS, MALITOS Y MALETAS

Voy a empezar este artículo haciéndoles una pregunta ¿De qué trabajas? … Si aún contestan que de profesores o maestros. ¡Mis respetos! ¡Qué valor! La verdad es que como nos han dado con todo en el último mes, tanto nuestras autoridades como los comunicadores a mí ya me empieza a dar miedo. No vaya a ser que conozca la justicia musulmana de morir apedreada en plena calle al contestar dicho cuestionamiento con honestidad y reconocer: Soy maestra.

Por supuesto que hay mucha razón en las críticas; el grado de responsabilidad que como “enseñantes” tenemos es muy alto, pero el grado de compromiso con nuestra labor no está siendo el adecuado y nos olvidamos de los propósitos, los enfoques con que se deben trabajar las diferentes asignaturas no se respeta, las horas asignadas a ellas, el perfil del maestro encargado del curso, etc. etc. etc. No cierro los ojos a esa realidad, a la de los maestros que llegan al aula llevando como único material el periódico bajo el brazo (y no porque lleven en su grupo el programa de Infolectura), a la terquedad (o ineptitud) de centrarnos en la enseñanza de conocimientos (usando sólo la memoria), al olvido de la guía rectora de los propósitos para el desarrollo de habilidades, nociones y actitudes que nos lleven a alcanzar competencias terminales en cada nivel de estudio. Todo esto coexiste con las complicidades laborales de directivos en general que acomodan al amigo en el área de enseñanza que deseen aún sin cumplir el perfil de preparación profesional, y cargándole la mano al enemigo (o al no amigo) en las asignaturas o grados desdeñados.

Con cada reforma o modificación curricular descubro el nivel teórico-epistemológico y/o técnico-pedagógico de quienes en ellos trabajan, y cada vez más observo que este trabajo es resultado de menos improvisación. ¿El problema entonces? Que conforme se va bajando en la escala jerárquica la transmisión y comprensión de la información que conllevan dichas reformas (llámense propósitos, enfoques, contenidos, materiales o formas de evaluación) se va diluyendo en personas o, con menos compromiso o con menos capacidad, pero sí en algunos casos con muchas recomendaciones y que después no logran transmitir la misma calidad de datos y reflexiones.

Hice hincapié en el hecho de algunos porque, precisamente, inicié comentando las constantes críticas que hemos recibido como gremio pero, en ningún momento he escuchado algún pequeño grado de mesura que hable a favor de los que no caben en la generalización: los excelentes maestros, las comprometidas maestras, que por supuesto que existen. Nadie habla de quienes asisten a cursos los días en que tendrían que estar disfrutando de un descanso tanto físico como mental para estar listos el siguiente lunes, nadie habla de quienes en sus vacaciones realizan la planeación de su próximo curso, o se desvelan elaborando materiales, presentaciones, exámenes o revisando trabajos.

Digo, creo que ya por ahí lo he escrito antes, pero, ¿Qué no en una empresa, te mandan a capacitar en tu horario de trabajo y te pagan ellos la capacitación? Los cursos del PRONAP, Diplomados, Maestrías y Doctorados, estos últimos con costo, requieren ser solventados por los propios docentes y/o aparte quitándoles los momentos de asueto. Pocos, muy pocos son los elegidos para las Becas-comisión. Los demás a gastar, invertirle y a seguir con la carga del trabajo escolar. Es verdad, hay muchos que sólo van por los puntos escalafonarios y que por lo tanto no logramos ver un cambio cualitativo en su estilo de enseñanza y en el grado de logro terminal de sus alumnos.
Pero, volviendo a lo mismo no, no son todos y hay muchos, muchísimos que comprenden y asumen perfectamente el significado de la docencia como una carrera de vida. No se deja de ser maestro cuando suena la campana o cuando inician las vacaciones. Hay quienes sí planean y evalúan su sistema de enseñanza, por lo tanto serán seguramente los que puedan –al cumplir con su compromiso-, opinar sobre la viabilidad, coherencia y pertinencia de las modificaciones curriculares. De los demás –de los del periódico bajo el brazo-, seguramente escucharemos un montón de quejas y lamentos porque tendrán que trabajar un poquito.
De las cuestiones políticas como los compromisos signados desde el sexenio de Salinas con el grupo de la OCDE en cuestiones de educación, del entreguismo de las representaciones sindicales, de la zozobra salarial y del susto con lo del petate del muerto (la certificación profesional, pues), de eso y mucho más tendremos que ir hablando también, conforme vaya fluyendo la información. Pero por lo pronto, del maestro que existe en el imaginario de cada uno de nosotros tendremos que iniciar una profunda autorreflexión de los por qués y los para qués de fungir como tal en una aula. Claro está, primero tendremos que certificarnos nosotros mismos para definirnos si somos malos, malitos o maletas en esto de la educación y ya después … que ladren los perros Sancho. Señal que andamos.

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