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17 de junio de 2013

CON UN CURITA Y MERTHIOLATE

Por: Ignacio Iván González Anaya 

En este momento me hubiera gustado empezar el presente escrito con la visera por delante, salpicando materia fecal en direcciones claramente identificadas y con la intención presente de cobrar lo que considero alguien me debe. Pero una vez más mi conformación histórica me indica otras vías y formas, quizás menos agrestes y sí más racionales.

Hasta el día de hoy tengo de cierto que cuando aparecen fallas o grietas en la personalidad estas parecieran desaparecer pero no es así, rebrotan con mayor intensidad pues son parte de dicha estructura y lo que reflejan son síntomas (puede ir desde la sensación de abandono-pérdida, temor, hasta envidia o ira). No tendría por qué ser diferente: el que traiciona vuelve a traicionar, el que se rige por la idea de utilidad lo seguirá haciendo, el que vive con miedo de ser desbancado siempre vivirá con ello, y el que enfrenta disyuntivas siempre lo hará y decidirá en función a planes. El problema sigue siendo el creer que esas grietas pueden sanarse o rellenarse, pero tristemente eso no sucede, y entonces todo se repite – se vuelve cíclico, mismas circunstancias, mismas posturas, mismas excusas-.

Cuando los seres humanos creamos (generamos vida) hijos, proyectos, amores, etc., lo que regularmente hacemos es compartirlas con el mundo y en ese camino regularmente las defendemos. Nuestras creaciones son la mejor (o la peor) expresión de lo que somos y de lo que estamos dispuestos a brindar a los demás. Nuestras acciones son las creaciones diarias de nuestro ser, las cuales reflejan lo que de trascendente dejaremos en esta vida a partir de lo que somos y nada más.

En ocasiones hemos enfrentado personas que se encargan por iniciativa, encargo o puntada de censurar, frenar, violentar, desprestigiar, las creaciones surgidas en nuestras trayectorias de clase. Que tristes y blandas estas posiciones, pues lejos de ver el beneficio del enriquecimiento de las miradas frente a uno o varios quehaceres, lo que emerge en estos actuares es el síntoma inequívoco del temor (a qué no lo sé, pero seguro ellos lo experimentaron desde pequeños y ahora de mayores; bueno sí lo sé, el temor es a la pérdida).

Una vez fui censurado por poner en riesgo al sistema y no he cambiado sigo siendo yo. Ahora bloqueada una creación que idealmente beneficiaría a todos, pero que al parecer pondría en riesgo una posición específica: tampoco cambiaré, seguiré siendo yo. Por mí hablan mi clase de trayectoria y mi trayectoria de clase. Por quien realiza estos actos solo hablan sus síntomas.