Por: Ignacio Iván González Anaya
En
este momento me hubiera gustado empezar el presente escrito con la visera por
delante, salpicando materia fecal en direcciones claramente identificadas y con
la intención presente de cobrar lo que considero alguien me debe. Pero una vez
más mi conformación histórica me indica otras vías y formas, quizás menos
agrestes y sí más racionales.
Hasta
el día de hoy tengo de cierto que cuando aparecen fallas o grietas en la
personalidad estas parecieran desaparecer pero no es así, rebrotan con mayor
intensidad pues son parte de dicha estructura y lo que reflejan son síntomas
(puede ir desde la sensación de abandono-pérdida, temor, hasta envidia o ira).
No tendría por qué ser diferente: el que traiciona vuelve a traicionar, el que
se rige por la idea de utilidad lo seguirá haciendo, el que vive con miedo de
ser desbancado siempre vivirá con ello, y el que enfrenta disyuntivas siempre
lo hará y decidirá en función a planes. El problema sigue siendo el creer que
esas grietas pueden sanarse o rellenarse, pero tristemente eso no sucede, y
entonces todo se repite – se vuelve cíclico, mismas circunstancias, mismas
posturas, mismas excusas-.
Cuando
los seres humanos creamos (generamos vida) hijos, proyectos, amores, etc., lo
que regularmente hacemos es compartirlas con el mundo y en ese camino
regularmente las defendemos. Nuestras creaciones son la mejor (o la peor)
expresión de lo que somos y de lo que estamos dispuestos a brindar a los demás.
Nuestras acciones son las creaciones diarias de nuestro ser, las cuales reflejan
lo que de trascendente dejaremos en esta vida a partir de lo que somos y nada
más.
En
ocasiones hemos enfrentado personas que se encargan por iniciativa, encargo o
puntada de censurar, frenar, violentar, desprestigiar, las creaciones surgidas
en nuestras trayectorias de clase. Que tristes y blandas estas posiciones, pues
lejos de ver el beneficio del enriquecimiento de las miradas frente a uno o
varios quehaceres, lo que emerge en estos actuares es el síntoma inequívoco del
temor (a qué no lo sé, pero seguro ellos lo experimentaron desde pequeños y
ahora de mayores; bueno sí lo sé, el temor es a la pérdida).
Una
vez fui censurado por poner en riesgo al sistema y no he cambiado sigo siendo
yo. Ahora bloqueada una creación que idealmente beneficiaría a todos, pero que
al parecer pondría en riesgo una posición específica: tampoco cambiaré, seguiré
siendo yo. Por mí hablan mi clase de trayectoria y mi trayectoria de clase. Por
quien realiza estos actos solo hablan sus síntomas.