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3 de septiembre de 2010

La escuela y la disciplina escolar

Con todas las características de las familias que tenemos en nuestra sociedad, surgen niños y niñas que asisten a nuestras escuelas, escenario natural para encuentros y desencuentros, lugar donde convergen muchos pensamientos, sentimientos, formas de ver la vida, ilusiones de todos los que tienen afluencia e influencia en ella, como los niños, maestros, padres de familia.
La manera como un niño debe comportarse, de forma aceptable en la sociedad, es una de las partes esenciales de la crianza, para ello se apoyan los padres en la disciplina o forma de corregir los comportamientos poco tolerables por los adultos donde se desenvuelven los niños.
Al hablar de disciplina en la escuela, nos encontramos con uno de los "problemas" que más afectan a la enseñanza actual y más concretamente, a la relación profesor-alumno.
Revisemos primeramente una definición de disciplina: “Orden y forma de conducta impuestos mediante una normativa de la autoridad competente o mediante la autoimposición, así como con el modo de actuar acorde con tales normas y leyes”. (Plaza del Río, 1996)
Mientras que por disciplina escolar entendemos: “el conjunto de normas que regulan la convivencia en la escuela, referidas tanto al mantenimiento del orden colectivo dentro del recinto escolar como a la creación de hábitos de perfecta organización y de respeto a cada uno de los miembros que constituyen la comunidad educativa”. (Plaza del Río, 1996)
No nos podemos quedar con el simple hecho de entender la disciplina como un comportamiento, como actuaciones en el aula, ni a situaciones de carácter conflictivo. Tanto para profesores como alumnos, la disciplina afecta a esferas de la persona en las que están implicados los sentimientos, las actitudes, los valores...
El niño ante una situación de enseñanza, o bien en una relación sistemática con otras personas, hace suyas las pautas de comportamiento, bien sean impuestas o bien elaboradas por él mismo. Por eso cuando un infante llega de nuevo a una clase, estudia el entorno y el contexto en el que va a estar, pide informes a otros compañeros, ... y así adquiere unos determinados hábitos de conducta.
Al igual que ha aprendido lo que puede o no puede hacer, (normas), también ha aprendido a quebrantarlas y este quebrantamiento de las normas, es lo que se considera un castigo hacia su maestro e incluso hacia la institución escolar.
Un momento importante en el que se puede lograr un clima de disciplina es cuando el infante participa, pero ¿de qué manera participa el alumno en el aula?, el niño cuando asiste a la escuela ya tiene un currículum establecido, su maestro asignado, los textos elegidos en su libro, hay la exigencia de mediciones y evaluaciones por parte de su maestro, de la dirección o supervisión de la escuela (concursos escolares de conocimientos) y por parte de Secretaría de Educación (enlace), un horario preciso para las clases, un calendario escolar establecido, por mencionar algunos; pero conforme avanza la capacidad de análisis de los alumnos, existe más rebeldía a las exigencias que se tienen en el contexto escolar.
En el proceso de aprendizaje en nuestros centros de trabajo, se considera que lo fundamental es la transmisión de un cuerpo de conocimientos (instrucción), donde el papel del alumno se limita a ser el receptor de datos que el maestro expone-propone-impone desde el desempeño de la docencia.
Para los padres de familia, la disciplina y el orden son valores fundamentales que se deben tener en todo centro de trabajo, lo observan como factor de mejora y facilitador del aprendizaje, además por constituir en sí mismos una excelente lección.
Cuando se observa a un docente que en su grupo se rompe el silencio, se supone que no tiene una estructura alineada en el orden, callada por parte de sus alumnos; por el contrario, se toman decisiones grupales, se negocian normas, hay grupos de discusión, considerando al docente que pierde su poder para decidir. Con estas acciones lejos de ser perjudiciales, la red de relaciones alumno-alumno se potencian, logran intensificarse y el maestro se vuelve facilitador de la tarea compartida con sus propios discípulos. Claro está que el valor mas importante es el trabajo compartido, mucho antes que el silencio que pueda establecerse en un grupo.
Los docentes debemos poner especial cuidado en la aplicación de las normas de disciplina, ya que a través del silencio y el orden, podemos desarrollar situaciones negativas en nuestros alumnos, como aversión hacia el aprendizaje, situación que no permite acrecentar el acervo cultural de nuestros infantes, por el contrario pudieran incluso crear odio hacia las personas.
La autonomía de los maestros es un requisito de indudable significado. Si el maestro tiene restricciones externas que limitan o anulan su independencia, el ambiente de aprendizaje y el comportamiento de los alumnos estarán marcados por la rigidez y destrezas ideadas para el mantenimiento del orden, pero no en la construcción de pensamiento, en una experiencia abierta y cooperativa.
Cuando un docente tiene una buena formación y lleva a cabo un proceso de acción que permita mejorar las relaciones establecidas en un buen ambiente de aprendizaje, con una forma de actuar con sensibilidad, rigor, acierto y seguridad en el desarrollo de la negociación con sus alumnos, buscando asimilar el papel que le corresponde como facilitador del proceso enseñanza-aprendizaje, no siempre es bien visto por las autoridades administrativas y los padres de familia, quienes consideran que el docente no tiene el suficiente control de la clase, que la disciplina del grupo se le va de las manos o que los alumnos son los que deciden sobre ella.
Para lograr mejores resultados será necesario transformar la mentalidad y la concepción del currículum, donde se tenga mayor flexibilidad y se modifiquen los planteamientos existentes sobre disciplina en las aulas y en los centros escolares.
Es sencillo pensar en que otros modifiquen los currícula, que cambien las mentalidades de los directivos y responsables de centros escolares; una buena solución es comenzar por cambiar la cultura del aula, adaptar nuestros instrumentos de enseñanza-aprendizaje a los intereses y la realidad que vive el niño, la vida cotidiana a la que tiene acceso todos los días en su propio contexto.

Bibliografía:
Fernández, Allyson. (2005), ¿De qué hablamos cuando hablamos de violencia doméstica? ¿Qué hay detrás de ella y qué vemos delante de ella?, tomado de la http://www.monografias.com/trabajos35/violencia-domestica/violencia-domestica.shtml, el día 26 de Julio de 2006, 18:15 hrs.

Leñero, Otero Luis. (1983), “El fenómeno familiar en México”. México, IMES.

Plaza Del Río, Francisco S. (1996) La disciplina escolar o el arte de la convivencia. España, Ed. Aljibe.

Savater, Fernando. (1997), “El valor de educar”. México, Ed. Ariel.

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