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22 de abril de 2008

LOS ADOLESCENTES, SU SALUD MENTAL Y LA DISCRIMINACIÓN. Por: Carlos Vidal Gualajara


El adolescente, por la etapa en que vive, caracterizada por la búsqueda y conformación de una identidad, a veces vive situaciones que le son altamente lesivas para tal propósito. Situaciones de alejamiento, de segregación, - de discriminación en una palabra-, que lo único que le provocan es lastimar su salud mental y armonía psicológica llevándolo a actitudes y tomas de decisión que le son igualmente dañinas.

En esta colaboración, primera de varias, pretendo aportar elementos y reflexiones para que nosotros como docentes reconozcamos la importancia de cuidar, proteger y promover la salud mental de nuestros alumnos, esperando que sean de amplia utilidad…


La familia y su influencia inciden y marcan a sus hijos (de acuerdo a sus edades, características físicas, psíquicas y sociales), confiándoles una serie de atributos subjetivos y objetivos que condicionan en gran medida su presente y futuro desarrollo humano y cultural; su calidad y cantidad de “adaptación”a la sociedad a la que pertenecen; así como su contribución a la depuración de su comunidad y su propia familia.

El entorno familiar es tan vital y trascendente en la vida del individuo que podríamos decir que los adolescentes que consiguen una mayor adaptación escolar son aquellos en cuyas familias existe una mayor cohesión, libre comunicación y expresión, y conflictos escasos y pequeños.

En el caso contrario, -cuando una familia presenta conflictos y falta de cohesión, aparecerán en el niño y adolescente trastornos comportamentales como el miedo, ansiedad ante la separación, agresividad, pesimismo, incapacidad de relaciones sociales profundas e intensos impulsos a dominar o a la sumisión.
De hecho, la familia aparece como totalmente insustituible para el fomento de la confianza en sí mismo y en el mundo, para la satisfacción de las necesidades básicas, para la seguridad y el basamento emocionales, y para la disposición y capacidad de autorrenuncia y de cooperación. (José Ma. Quintana, “Pedagogía familiar”; ed. Narcea; España1993; p. 19).

Podemos decir también que, la escuela juega un papel complementario en el rol que la familia tiene en la construcción de la personalidad y del desarrollo psicoemocional sano y armónico; pero, a pesar de que la escuela es la institución de enseñanza-aprendizaje, su personal no ha recibido ni recibe generalmente una preparación científica sistemática y especializada para la función y propósito de atender situaciones de tipo psicológico. Es por eso que la acción educativa que se ejerce en ella suele ser problemática; y es el reflejo de las condiciones subjetivas y objetivas que impregnan a dicho grupo y del tipo de interacción que en la escuela se establece, a lo largo de la historia Los influjos educativos escolares son, complicados y en todas direcciones (ver Quintana, op.cit; p. 20)

En las escuelas, siguen pesando sobre los maestros (sépalo o no), y de un modo inevitable, las cuestiones más problemáticas y más trascendentales de la educación, como son la transmisión de valores, la formación de actitudes cívicas y políticas, los ideales de vida y la orientación profesional. En esos sentidos la institución escolar actúa marcadamente, como punto de referencia ya positivo, ya negativo.
Toda la educación, siempre, depende de lo que es la sociedad; pero la educación en la escuela, más todavía, ya que como institución es un reflejo de esa sociedad. Esto puede llevarnos a hablar del carácter derivado de la educación familiar, en la que confluyen toda una serie de fuerzas sociales que hacen de ella un eficaz medio de control social, de asunción de roles y, muchas veces, de represión. Ya que se halla sometida a la subcultura de grupo y a los influjos de los medio de comunicación. (ver op. cit., p. 21-23)

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