Por: Dr. Ignacio Iván González Anaya
A lo
largo de nuestras carreras como docentes, intuyo que nos hemos dado cuenta de
los cambios en la disposición al trabajo, conductas, y valores de las
diferentes generaciones que por nuestro ejercicio profesional transitan. A
veces renegamos de esos cambios, otras más los ignoramos y las menos nos
ocupamos.
Un
común denominador en cualquiera de l@s alumn@s, de todas las generaciones
trabajadas, es que tod@s tienen NECESIDADES EDUCATIVAS. El problema está en que
con la escolarización, el desarrollo y el contexto algunos presentaran Necesidades
Educativas Especiales y estas regularmente no las identificamos y cuando lo
hacemos las etiquetamos con carga negativa; “con razón no aprende es que sus
papás se divorciaron”, “este cuate tiene problemas con la autoridad, por eso no
se disciplina”, “ash este muchacho es hiperactivo, ya no lo aguanto”, “uh no
está motivado y le falla el afán de logro”, etc. Ahhhhhh pero no llegue el día en que
identifiquemos algún@ niñ@ bien inteligentote (de esos que ni nos cuesta
trabajo el trabajo) porque lo asumimos como de autoría propia y hasta lo
queremos registrar en los derechos de autor o propiedad.
Supongo
que en todo lo anterior no existe la mala voluntad. Sucede que finalmente
muchos (no digo que todos porque algunos por sus trayectos de formación
profesional si cuentan con ello) no fueron preparados en los elementos de
diagnóstico para la identificación de dichas necesidades especiales y mucho
menos fueron formados con el conocimiento de las herramientas para el manejo de
dichos casos.
Actualmente
debemos al menos tener claras dos cosas:
1.- Todos
(TODOS, así con mayúsculas) al ingresar y permanecer en un sistema escolarizado
o no, tenemos necesidades educativas (funcionales para adaptarnos a la
sociedad, al contexto, para cubrir necesidades básicas fundamentales para la
supervivencia). Pero algunos, además cuentan con Necesidades Educativas
Especiales, generadas por contexto, maduración o discapacidad, estas requieren
de atención o acompañamiento más cercano. Desde nuestro nivel de responsabilidad
y conocimiento, hasta la derivación especializada vía Asistencia Educativa ó Dirección
de Psicopedagogía.
2.-
L@s jóvenes con Talentos Especiales, difícilmente necesitan de nosotros de la
misma forma que le dedicamos a los demás, nos necesitan de una forma
curricularmente adecuada (para eso habrá que entender las características de
ellos) y no con porras y yupis. Dichos jóvenes debido a sus sobredotaciónes
integran de forma rápida y relacionan globalmente todos los conocimientos,
procedimientos y actitudes que les resultan importantes e inmediatas en su
vida, dentro de las dimensiones del
presente y futuro que manejan. El profesor finalmente se puede convertir en
parte de la decoración del espacio en que se mueven o en perverso polimorfo del
deseo de ellos. Si solo no creyéramos que muchas veces somos accesorios para
ellos, basta revisar su historial académico; a pesar de los maestros o cambios
de los mismos, ellos siempre destacan y lo seguirán haciendo. Est@s niñ@s
regularmente (que no siempre) manejan un déficit en la integración de su
personalidad a la hora de convivir en lo social: se aíslan (no porque sean
autistas o antisociales) debido a que sus tiempos son muy rápidos y su
comprensión es muy global, por lo tanto lo externo a ellos y que no va en sus
ritmos y tiempos les resulta poco atractivo y hasta aburrido.
Así
que tarea importante será para l@s maestros el hacer diagnósticos y enfocarnos
a los que realmente nos requieren (todos nos necesitan, cuando digo lo anterior
hablo de la atención diferenciada) y no a los que verdaderamente aprenden muy a
pesar de nosotros.