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3 de septiembre de 2010

PRESENTACIÓN

¿Cómo nos identificamos como docentes?
¿Sobre qué brujula es que se orientan nuestras prácticas cotidianas?
¿A qué contextos nos enfrentamos actualmente como profesores?
¿Cuál es el sentido que la "normalidad" genera en nuestros quehaceres?
¿Qué retos enfrentamos y a cuáles simplemente los dejamos de lado?
¿Por qué la profesión es tan poco valorada aún en el mismo gremio?
¿Qué estereotipos marcan a los integrantes de esta profesión?
Estas preguntas orientan este numero, así que adelante estimado lector y gracias.

El reto de la transformación del modelo de las instituciones de formación inicial, contínua y de superación profesional de docentes.

Sin duda uno de los retos más fuertes que enfrenta nuestra sociedad hoy, es el de entender y comprender a sus jóvenes y niños actuales. Pero sobre todo el comprenderlos en términos de la dinámica socio-cultural actual y sobre las condiciones de exigencia futuras de los medios de movilidad social y cultural producto de las necesidades de producción laborales.
Es en lo anterior donde se sientan las bases para enfatizar que la educación es el sustento y el motor para la transformación de las futuras generaciones. Es a la escuela (como institución) a la que le corresponde una parte de la responsabilidad en la construcción del andamiaje social, cultural y cognitivo de las nuevas generaciones de niños y niñas, como posibilidad para su incorporación y desarrollo de personalidades más integrales.
Plantear el análisis del fenómeno educativo, es entrarle desde al menos cinco miradas que tocan al mismo. Estas ópticas provienen de la Sociología, Psicología, Antropología, Planeación y Pedagogía. Creer que al hablar de lo educativo uno se debe posicionar desde una sola trinchera o emitir una opinión a partir del sentido común es atenerse a la máxima del Foxismo del sexenio pasado “la felicidad florece si te vuelves ignorante”; es decir no ofrecerse uno mismo la oportunidad de conocer otros saberes y desarrollos disciplinares científico sociales que tocan al fenómeno educativo, y quedarse con uno sólo y no moverse de allí, es apostarle a una visión monolítica del espacio y sus fenómenos e implica asumirse uno mismo como algo rígido e inamovible.
Y es que sin duda algo que esclarece los convencionalismos que se exigen en nuestro espacio es la noción de campo(1) . Como profesionales de la educación consideramos estamos obligados a entender que estamos situados en un campo específico, el campo de lo educativo. Digerir este concepto nos puede abrir los ojos para entender lo que en él pasa, el cómo ha sido construido y así poder comprender su desarrollo y manifestación, para potencialmente poder en él atar la teoría a la práctica y lograr transformarnos. Es decir, tendríamos los elementos para comprender que el campo educativo y sus prácticas están ubicados en un contexto específico el cual está estructurado en función a una cultura, lenguaje, historia y poder, todo desde dos dimensiones supremas, la temporal histórica y la espacial geográfica.
Definir a la docencia como carrera de vida es una concepción nueva que va más allá de la posibilidad de la permanencia en el rubro laboral burocratizado, tiene que ver con una formación continua de un profesional no acabado con el examen de grado de la licenciatura.
Es aquí donde se abre el nuevo horizonte de la función de las Normales como instituciones que, faciliten, provoquen y sistematicen dichos procesos de análisis propuestos anteriormente a partir de la problematización de las experiencias vividas en las aulas y las escuelas por los maestros en ejercicio. Un regresar constante, común y cotidiano a los elementos formadores bajo la mirada de la posibilidad crítica de autoconocernos y autodefinirnos.
La reflexión y el análisis surgirán de la revisión constante de la práctica en el aula, del real acompañamiento que los alumnos en formación reciban y de verdaderas jornadas de trabajo escolar que marquen el carácter de revisión constante de su quehacer durante toda su vida profesional.
Será también tarea perentoria realizar estudios desde una Historia Crítica del Normalismo, de la Educación en México y sus Políticas con todo lo que esto implica, ya que un estudio sólo cronológico de modelos pedagógicos y leyes educativas sin el análisis crítico de las Ciencias de la Educación se vuelve tiempo y letra muerta en la que sólo se memorizan nombres, planes y ciclos de aplicabilidad; pero preguntarnos ¿por qué surgieron?, ¿para qué surgieron?, ¿en qué contexto?, ¿cuáles fueron sus aciertos?, ¿cuáles sus fallas?, ¿a qué intereses respondieron?; cuestionamientos estos que impliquen la toma de posición epistemológica necesaria para la revisión crítica del pasado y presente del Normalismo y sus líneas de acción.
Finalmente la cuestión central y medular de la transformación de las Normales y la comprensión del campo educativo tiene que ver con el ejercicio, de construcción, reconstrucción y deconstrucción de las fronteras identitarias en las que se reconozcan usos, prácticas, lenguajes y funciones propios del ser docente lo que a su vez definirá lo que se es, lo que se hace y lo que le pertenece. Que quien llegue y permanezca en el campo educativo tenga tatuado (en el sentido de que el cuerpo es una matriz sobre la cual se escribe), el sentido de pertenencia, compromiso y honor de la profesión y no como una oportunidad laboral-burocrática, cómoda, confortable, poco riesgosa y realizable casi por cualquiera, como ahora se le ve, y se le vive.

(1) Los campos se presentan para la aprensión sincrónica como espacios estructurados de posiciones cuyas propiedades dependen de su posición en dichos espacios y pueden analizarse en forma independiente de las características de sus ocupantes […] sabemos que en cualquier campo encontraremos una lucha, cuyas formas específicas habrá que buscarse cada vez , entre el recién llegado que busca romper los cerrojos del derecho de entrada, y el dominante que trata de defender su monopolio y de excluir a la competencia. Un campo se define, entre otras formas definiendo aquello que está en juego y los intereses específicos, que son irreductibles a lo que se encuentra en juego en otros campos o a sus intereses propios y que no percibirá alguien que no haya sido construido para entrar en ese campo […] para que funcione un campo, es necesario que haya algo en juego y gente dispuesta a jugar, que este dotada de los habitus que implican

BIBLIOGRAFIA:
BOURDIEU, Pierre. La distinción. Ed. Taurus: Madrid, España. 1988.
BOURDIEU, Pierre. Sociología y cultura. Ed Grijalbo. México D. F. 1990.
BOURDIEU, Pierre. Cosas dichas. Ed. Gedisa. Barcelona, España. 1996.
BOURDIEU, Pierre. Intelectuales, política y poder. Editorial Universitaria de Buenos Aires. Buenos Aires, Argentina. 2000.
BOURDIEU, Pierre. Capital cultural, escuela y espacio social. México D. F. 2005.

La escuela y la disciplina escolar

Con todas las características de las familias que tenemos en nuestra sociedad, surgen niños y niñas que asisten a nuestras escuelas, escenario natural para encuentros y desencuentros, lugar donde convergen muchos pensamientos, sentimientos, formas de ver la vida, ilusiones de todos los que tienen afluencia e influencia en ella, como los niños, maestros, padres de familia.
La manera como un niño debe comportarse, de forma aceptable en la sociedad, es una de las partes esenciales de la crianza, para ello se apoyan los padres en la disciplina o forma de corregir los comportamientos poco tolerables por los adultos donde se desenvuelven los niños.
Al hablar de disciplina en la escuela, nos encontramos con uno de los "problemas" que más afectan a la enseñanza actual y más concretamente, a la relación profesor-alumno.
Revisemos primeramente una definición de disciplina: “Orden y forma de conducta impuestos mediante una normativa de la autoridad competente o mediante la autoimposición, así como con el modo de actuar acorde con tales normas y leyes”. (Plaza del Río, 1996)
Mientras que por disciplina escolar entendemos: “el conjunto de normas que regulan la convivencia en la escuela, referidas tanto al mantenimiento del orden colectivo dentro del recinto escolar como a la creación de hábitos de perfecta organización y de respeto a cada uno de los miembros que constituyen la comunidad educativa”. (Plaza del Río, 1996)
No nos podemos quedar con el simple hecho de entender la disciplina como un comportamiento, como actuaciones en el aula, ni a situaciones de carácter conflictivo. Tanto para profesores como alumnos, la disciplina afecta a esferas de la persona en las que están implicados los sentimientos, las actitudes, los valores...
El niño ante una situación de enseñanza, o bien en una relación sistemática con otras personas, hace suyas las pautas de comportamiento, bien sean impuestas o bien elaboradas por él mismo. Por eso cuando un infante llega de nuevo a una clase, estudia el entorno y el contexto en el que va a estar, pide informes a otros compañeros, ... y así adquiere unos determinados hábitos de conducta.
Al igual que ha aprendido lo que puede o no puede hacer, (normas), también ha aprendido a quebrantarlas y este quebrantamiento de las normas, es lo que se considera un castigo hacia su maestro e incluso hacia la institución escolar.
Un momento importante en el que se puede lograr un clima de disciplina es cuando el infante participa, pero ¿de qué manera participa el alumno en el aula?, el niño cuando asiste a la escuela ya tiene un currículum establecido, su maestro asignado, los textos elegidos en su libro, hay la exigencia de mediciones y evaluaciones por parte de su maestro, de la dirección o supervisión de la escuela (concursos escolares de conocimientos) y por parte de Secretaría de Educación (enlace), un horario preciso para las clases, un calendario escolar establecido, por mencionar algunos; pero conforme avanza la capacidad de análisis de los alumnos, existe más rebeldía a las exigencias que se tienen en el contexto escolar.
En el proceso de aprendizaje en nuestros centros de trabajo, se considera que lo fundamental es la transmisión de un cuerpo de conocimientos (instrucción), donde el papel del alumno se limita a ser el receptor de datos que el maestro expone-propone-impone desde el desempeño de la docencia.
Para los padres de familia, la disciplina y el orden son valores fundamentales que se deben tener en todo centro de trabajo, lo observan como factor de mejora y facilitador del aprendizaje, además por constituir en sí mismos una excelente lección.
Cuando se observa a un docente que en su grupo se rompe el silencio, se supone que no tiene una estructura alineada en el orden, callada por parte de sus alumnos; por el contrario, se toman decisiones grupales, se negocian normas, hay grupos de discusión, considerando al docente que pierde su poder para decidir. Con estas acciones lejos de ser perjudiciales, la red de relaciones alumno-alumno se potencian, logran intensificarse y el maestro se vuelve facilitador de la tarea compartida con sus propios discípulos. Claro está que el valor mas importante es el trabajo compartido, mucho antes que el silencio que pueda establecerse en un grupo.
Los docentes debemos poner especial cuidado en la aplicación de las normas de disciplina, ya que a través del silencio y el orden, podemos desarrollar situaciones negativas en nuestros alumnos, como aversión hacia el aprendizaje, situación que no permite acrecentar el acervo cultural de nuestros infantes, por el contrario pudieran incluso crear odio hacia las personas.
La autonomía de los maestros es un requisito de indudable significado. Si el maestro tiene restricciones externas que limitan o anulan su independencia, el ambiente de aprendizaje y el comportamiento de los alumnos estarán marcados por la rigidez y destrezas ideadas para el mantenimiento del orden, pero no en la construcción de pensamiento, en una experiencia abierta y cooperativa.
Cuando un docente tiene una buena formación y lleva a cabo un proceso de acción que permita mejorar las relaciones establecidas en un buen ambiente de aprendizaje, con una forma de actuar con sensibilidad, rigor, acierto y seguridad en el desarrollo de la negociación con sus alumnos, buscando asimilar el papel que le corresponde como facilitador del proceso enseñanza-aprendizaje, no siempre es bien visto por las autoridades administrativas y los padres de familia, quienes consideran que el docente no tiene el suficiente control de la clase, que la disciplina del grupo se le va de las manos o que los alumnos son los que deciden sobre ella.
Para lograr mejores resultados será necesario transformar la mentalidad y la concepción del currículum, donde se tenga mayor flexibilidad y se modifiquen los planteamientos existentes sobre disciplina en las aulas y en los centros escolares.
Es sencillo pensar en que otros modifiquen los currícula, que cambien las mentalidades de los directivos y responsables de centros escolares; una buena solución es comenzar por cambiar la cultura del aula, adaptar nuestros instrumentos de enseñanza-aprendizaje a los intereses y la realidad que vive el niño, la vida cotidiana a la que tiene acceso todos los días en su propio contexto.

Bibliografía:
Fernández, Allyson. (2005), ¿De qué hablamos cuando hablamos de violencia doméstica? ¿Qué hay detrás de ella y qué vemos delante de ella?, tomado de la http://www.monografias.com/trabajos35/violencia-domestica/violencia-domestica.shtml, el día 26 de Julio de 2006, 18:15 hrs.

Leñero, Otero Luis. (1983), “El fenómeno familiar en México”. México, IMES.

Plaza Del Río, Francisco S. (1996) La disciplina escolar o el arte de la convivencia. España, Ed. Aljibe.

Savater, Fernando. (1997), “El valor de educar”. México, Ed. Ariel.

Las NTIC y los enfoques educativos.

Las NTIC (Nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación) representaron en sus inicios un “boom” que sacudió las actividades empresariales, gubernamentales y sociales hasta el momento en que éstas fueron re-pensadas, reformadas y modernizadas al utilizar como soporte los avances tecnológicos, particularmente el internet.

La Educación no se encuentra al margen de esta reformulación; y los sistemas e instituciones educativos se han valido de las NTIC para generar programas de formación profesional en diversos ámbitos. Tal ha sido la influencia de la tecnología en el campo educativo que hoy se habla de un nuevo término para referirse a los procesos educativos que tienen como sello el uso de las NTIC: e-learning.

En las próximas líneas intentaré esbozar las consideraciones a realizar utilizar la tecnología en los procesos formativos.

Lo primero que habría que decir es que las NTIC no son privativas de una modalidad educativa determinada o de un enfoque pedagógico. No se puede decir entonces que el uso de la tecnología en un proceso de formación implica necesariamente que tal proceso es “progresista” o de “avanzada”; o que los aprendizajes obtenidos son significativos; en ese sentido entonces, la tecnología y los procesos educativos sustentados en ella necesariamente están relacionados con el enfoque y las políticas educativas. Así pues, sentado este precedente, se debe decir que en cualquier modalidad educativa, en cualquier programa de formación es posible utilizar la tecnología.

Sin embargo, para utilizar la tecnología en los procesos de enseñanza, es necesario que se defina o identifique cuál es el enfoque educativo con el que se trabajará o en el que se pretende insertar, pues los materiales educativos que posibilite la tecnología o que se digitalicen y la función del tutor, han de ser congruentes con aquél.

En un enfoque tradicional, en el que la prioridad es la transmisión de conocimientos puesto que el aprendizaje es la asimilación de los mismos, los materiales por muy modernos que sean se circunscribirán a presentar y a recuperar información; igualmente, la función del profesor será la de verificador de que la información devuelta por el aprendiz sea la correcta.

Desde la óptica conductista, en la que el “hacer” es importante y los estímulos y la retroalimentación son la clave para lograr el” hacer” específicamente como se expresa en los objetivos programáticos, la inclusión de la tecnología tenderá a propiciar que los materiales de estudio sean cada vez más efectivos transitando hacia la estandarización con el fin de asegurar la consecución de las conductas pretendidas en cada uno de los individuos independientemente del contexto en el que se encuentren y sin considerar las historias personales y culturales de cada uno de ellos.

Si se conceptualiza el aprendizaje como un proceso individual de construcción en el que el profesor juega el papel de facilitador para que esa construcción tenga lugar, entonces, el uso de la tecnología en un enfoque así, deberá propiciar la interacción entre aprendices y profesor. Los materiales de estudio y aprendizaje rebasarán la calidad de documentos informativos y de recuperación; plantearán, por el contrario, situaciones y ayudas para que el estudiante conforme a su propio proceso haga suyo el conocimiento.

Pensando desde una perspectiva crítico-dialógica en un sistema de formación con uso de tecnología, habrá que acentuar las interacciones grupales, los debates, la construcción y búsqueda colectiva, por tanto no se podría pensar en materiales de estudio estandarizados o en actividades puramente individuales. Se tendrán que propiciar encuentros entre profesores y alumnos, mediante herramientas específicas para ello, estaríamos hablando de tecnologías de lo que se ha llamado la Web 2.0.

Así pues, he de concluir diciendo que la inserción de la tecnología en los procesos educativos no es una acción tecnológica, sino ante todo, una acción educativa que tendrá sentido si se enmarca dentro de una estrategia educacional clara y definida. El apasionamiento a priori por la tecnología y su inserción asistemática en la educación sólo conduce a fracasos que impulsan al “mejor malo por conocido, que bueno por conocer”.