Hace ya bastantes años conocí cuatro grandes hombres (por sus escritos) uno fue Marx y otro el Che Guevara, afortunadamente ellos llegaron a mí en la etapa de formación y construcción de mi identidad como sujeto social. Posteriormente supe de la existencia de Ignacio Martín Baró y de Jürgen Habermas. Cada uno de ellos ha hecho aportaciones importantes en mi vida: Marx me permitió entender la lógica del capitalismo, sus diferentes etapas y manifestaciones en relación a la explotación del ser humano. Baró me dejó la comprensión de las realidades sociales de los pueblos oprimidos (a partir de análisis psicosociológicos), el cómo se moldean las subjetividades pero también como pueden llegar a liberarse. Habermas aportó la comprensión sobre la acción comunicativa, la moralidad y la etícidad. Finalmente pero principalmente el Che me dejo el ejemplo del revolucionario viviente de solidaridad y activismo por medio de una praxis radical, sus escritos y ejemplo me han guiado como una luz, como un faro sobre la niebla en estos tiempos de neoliberalismo, de sobreexplotación, de ajustes estructurales que generan desajustes en las relaciones personales y de las instituciones.
Desde una mirada retrospectiva puedo ver mi trayectoria y comprender que a algunos les ha beneficiado y a otros les incomoda. Sin duda el transitar por las trincheras que se orientan hacia el ejercicio de la libertad individual, el respeto a la dignidad humana, pero sobre todo el hablar de frente para defender, compartir o debatir posiciones, llega a causar escozor en algunos.
Pero lo que a mi me revela y hace que empiece a actuar, son todos los procesos que rompen la idea del “Hombre Nuevo” ese ser solidario, colectivizado, conciente y respetuoso de los derechos y de las personas, dispuesto al diálogo, a la reflexión de las ideas y siempre en búsqueda del desarrollo común como estrategia para la transformación personal y social. Así pues la generación, provocación o realización de actos o actitudes concientes o inconscientes que traigan procesos de discriminación como una forma de desigualdad, eso si llega a activar mi estado de alerta y lucha.
Solo para aclarar, la discriminación es una actitud o conducta de desprecio hacia personas o grupos a los que se considera inferiores o indignos de trato equitativo en razón de un estigma o prejuicio social
[1]. Rincón Gallardo
[2] la define como “toda distinción, exclusión o restricción que, basada en el origen étnico o nacional, sexo, edad, discapacidad, condición social o económica, condiciones de salud, embarazo, lengua, religión, opiniones, preferencias sexuales, estado civil o cualquier otra, tenga por efecto impedir o anular el reconocimiento o el ejercicio de los derechos y la igualdad real de oportunidades de las personas”
Todo individuo tiende a discriminar (diría un escéptico), pero yo me resisto a esa idea. Me resisto a aceptarla como condición natural del ser humano, sin duda la veo a diario pero la considero como potencialmente erradicable a partir del uso de la conciencia crítica y empática de nuestros actos hacia los otros. Quizás lo peor de las conductas que conllevan discriminación es que se viven como naturales, como condiciones propias de acceso y legitimación de grupos, y no se logran descarnar de los sujetos discriminadores pues al hacerlo deberían usar el pensamiento racional y en esos momentos lo único que les funciona (literalmente) es el hipotálamo.
En nuestros espacios sin duda se ven cotidianamente prácticas de discriminación que impiden el ejercicio del los derechos humanos, las libertades en los sujetos y el reconocimiento real a la igualdad de oportunidades. Estos actos van desde la relación entre pares hasta las relaciones de autoridad con sus subordinados. En cualquiera de los casos anteriores siempre existirán un victima, un victimario y un conglomerado de sujetos que atestiguan el hecho, pero que por comodidad callan.
Entre iguales se pueden ver a los alumnos(as), los docentes, las secretarias, los padres de familia, bien dicen que la peor discriminación se da entre los mismos: que porque es diferente a mi; porque siempre me lleva la contra; porque tiene más pegue que yo; porque parece mugroso(a); porque es muy perra y nosotras somos gatas; porque es muy gato y nosotros somos muy perros; porque ella es muy “prestapronto” y nosotras somos las representantes de dios en la tierra; porque es muy “pitoloco” y nosotros lo envidiamos; porque tiene más estudios, se cree mucho y gana más que yo; porque parece jotito y a lo mejor tiene sida; ash es muy arrogante y alzado (oye qué diría tu ministro de culto si te escuchara hablar así); aguas está embarazada, corranla; etc.
Entre sujetos ubicados en diferentes relaciones de autoridad podemos ubicar frases que sostienen sus actos tales como: que se joda al cabo no es de mi gente; presiónalo(a) tiene que reventar (qué dirían tus compañeros de ONG si se enteraran de esto); solo porque lo digo yo y nada más; no tiene más derechos que los que yo diga y a ver cómo le hace; cualquiera puede dar esa clase para eso son obreros; ellos son pedacera y como tal habrá que tratarlos; tú no te preocupes llévatela tranquila, que trabajen ellos; etc.
Si observamos todos los actos de discriminación, concluiríamos que estos se sostienen sobre prejuicios (ideas preconcebidas sobre las características de personas o grupos), esto quiere decir que allí está una de las raíces para tratar de aminorar tales eventos. Es decir entre menos prejuzguemos a las personas y más nos permitamos conocerlas podremos ver que somos diferentes, pero esa diferencia es la que nos vuelve iguales; entender esto es concluir que al conocer a alguien puedo llegar a estar o no de acuerdo con su forma de pensar o con su estilo de vida, pero que lo(a) debo respetar en tanto su dignidad humana, las oportunidades a las que puede acceder y el ejercicio de sus derechos en el ambiente laboral, social y de interacciones, y jamás segregarlo de una forma en que a alguno(a) lo vivió sin antes haberlo(a) conocido como persona.
Sin duda el párrafo anterior parece la opción civilizada para evitar la discriminación, pero como no todo el mundo parece creer en la conciencia crítica, entonces la siguiente opción conlleva primero, la exigencia a la autoridad de no fomentar, solapar, o ejercitar dichos actos y entonces actuar desde el ejercicio respetuoso de los derechos para todos y la vigilancia para garantizar la igualdad de oportunidades y trato en relación a una sana convivencia.
Pero si esto no fuera suficiente, habrá que tener presente el recuso legal (frente a las instancias pertinentes) basado en la aplicación definitiva y garantizada de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, La Constitución Mexicana, La Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, la Ley de Responsabilidades para los Servidores Públicos y el respeto a las Condiciones Generales de Trabajo.
Finalmente quedaría el manifestar que existen Grupos Civiles (que brindan apoyo y orientación), así como la relación solidaria de los que estamos convencidos con la no discriminación y del trato equitativo.
[1] SEP. Derechos humanos y educación en derechos humanos en la Educación Básica. Cursos estatales de actualización 2007- 2008. Pp.-65
[2] Rincón Gallardo, Gilberto. Discriminación e igualdad de oportunidades. Yucatán 2004. www.conapred.org.mx